Solo fue una noche.

La luz tenue del restaurante se reflejaba en las copas de cristal, creando un ambiente íntimo y acogedor. John, sentado a la mesa, observaba con deleite las burbujas ascender en su copa de champagne. La melodía sensual de «The Shadow of Your Smile» llenaba el espacio, creando una atmósfera cargada de expectación.

De repente, las puertas del restaurante se abrieron y, como una aparición, Linda cruzó el umbral. Su vestido rojo intenso se movía con fluidez al ritmo de sus pasos, y sus tacones de aguja marcaban un compás seductor sobre el suelo de madera. John se quedó sin aliento, hipnotizado por su belleza. Su cabello rubio caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una intensidad que lo atraía como un imán.

Linda avanzó por el pasillo con una gracia natural, como si flotara sobre el aire. Sus movimientos eran elegantes y seguros, cada paso una invitación a la sensualidad. John no podía apartar la vista de ella, fascinado por la imagen de su cuerpo curvilíneo enfundado en el vestido rojo.

Al llegar a la mesa, Linda le regaló una sonrisa radiante que derritió el corazón de John. Sus labios, carnosos y rojos como el vino, se curvaron en una expresión de complicidad y deseo. John se levantó para saludarla, y al estrechar su mano, una corriente eléctrica recorrió sus cuerpos, confirmando la conexión instantánea que existía entre ellos.

Se sentaron a la mesa y, durante la cena, disfrutaron de una conversación amena y llena de risas. La química entre ellos era palpable, y cada mirada, cada roce accidental, intensificaba la tensión sexual que crecía en el ambiente.

Con el postre, llegó el momento perfecto para dar rienda suelta a sus deseos.

John tomó la mano de Linda y la condujo a la pista de baile. Sus cuerpos se unieron al ritmo de la música, moviéndose con una sensualidad que solo ellos podían comprender. Los ojos de John se perdían en el fuego que ardía en los ojos de Linda, y sus labios se rozaban con una pasión que los consumía.

La noche se convirtió en un torbellino de emociones, un baile de sombras y deseos bajo la luz tenue del restaurante. John y Linda se entregaron al placer sin reservas, dejando que sus cuerpos se expresaran con una libertad que nunca antes habían experimentado.

Al final de la velada, se despidieron con un beso apasionado, con la promesa de volver a encontrarse pronto. La experiencia los había marcado para siempre, grabando en sus memorias el sabor del deseo y la intensidad de la pasión.

Ya en el taxi que la llevaba de vuelta a casa , no podia dejar de pensar, con una sonrisa complice, del ultimo beso , de todo lo que aquel ultimo beso habia significado para los dos.

Quizas habia sido la ultima noche, quizas solo habia sido una noche . Quizas…. pero ese quizas los acompañaria durante toda la vida . Como el le habia dicho, no es lo que vives, si no como lo vives y esa noche los dos vivieron toda una eternidad , es el corto espacio de una noche.

De una sola noche.

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